A una semana de que arranquen las campañas electorales, sin lugar a dudas el principal obstáculo que deberán sortear los actores de la contienda será el hastío que representa un proceso electoral cargado de descalificativos, agravios y una guerra sucia sin cuartel, claro aderezado por el fantasma de la pandemia.
Eso sí, a una semana de arrancar con todo la campaña electoral, a poco más de dos meses de la elección, seguimos igual, no hay nada para nadie, la moneda sigue en el aire y hoy la participación democrática puede ser la diferencia.
Por otra parte, no se puede ocultar que el principal problema al que se enfrentan los partidos políticos es la desconfianza en las instituciones, y tratar de recuperarla en este momento se antoja imposible.
El ingrediente que falta es la definición del Instituto Nacional Electoral.
Es importante replantearse de nuevo la pregunta: ¿Qué podemos esperar de este proceso?, sin duda la elección más polarizada de todos los tiempos, a pesar de que serán varios los actores políticos que participaran, en un ambiente social adverso donde los políticos son los peores evaluados.
Como lo habíamos descrito en anteriores colaboraciones, en el pasado quedarán los mítines multitudinarios, visitas domiciliarias, desayunos o comidas y hasta encuentros en grandes salones con líderes y sectores; no se diga la entrega a granel de playeras, gorras, mandiles, bolsas de mandado, sombrillas, lapiceros, pañoletas y cuanto material utilitario se les ocurría… la “nueva normalidad” impactará directamente a las campañas políticas.
No por nada se ha dicho que será un proceso histórico; tanto por la cantidad de puestos a elegir, como por la importancia para el partido en el poder de consolidar su propuesta de la Cuarta Transformación y en la oposición poder salir del atraso en que se encuentran.
Mientras la sociedad lucha una intensa batalla contra una pandemia interminable que la ha afectado en su salud física y mental y, no se diga en su economía, los políticos se preparan para la madre de todas las batallas en la arena electoral para este 2021, muy lejos de las necesidades sociales.
El interés de la población está muy definido; se ha creado un caos y hasta paranoia frente a una enfermedad que parece amenazar la salud de toda la población y una fuerte crisis económica a la que no se le ve salida, y las propuestas políticas no les interesa.
De ahí la importancia de que los políticos abran muy bien sus ojos y las estrategias que implementen deberán ser más efectivas que nunca, porque no sólo será el prometer la salud y mejorar la economía, tendrán que ser muy creativos para enviar el mensaje.
Claro que dentro de las estrategias políticas está la aplicación y desde luego difusión de cientos de encuestas electorales, en un intento legítimo por posicionar tanto a candidatos como a las mismas empresas encuestadoras pero con un pequeño y grande detalle: ya nadie cree en estos ejercicios estadísticos.
Decir que las encuestas de preferencias electorales ya no sirven sería el mismo error de creer ciegamente en ellas; se realizan como un instrumento de análisis para construir estrategias de campaña, el problema es que las han convertido en la estrategia, para decir exclusivamente quien va a la cabeza y quien se rezaga. Obvio para algunos también es un negocio muy lucrativo.
Ya está claro que e Covid-19 llegó para quedarse y su impacto real en la economía y las relaciones sociales aún son insospechadas así que todo acto social, incluidas las elecciones tendrán un fuerte impacto y quien logre adaptarse sin duda tendrá mayores oportunidades de triunfo.
El nuevo escenario para candidatas y candidatos será realizar reuniones de cincuenta o cien personas como máximo en lugares amplísimos para guardar la sana distancia, todos con cubrebocas; realizando desayunos en espacios abiertos, y pues las visitas domiciliarias tendrán que olvidarse.
Y lo único que se puede adelantar a una semana de que inicie la propaganda de los partidos, es que aún no hay nada para nadie, la moneda sigue en el aire.
Rigoberto Márquez Verduzco
*Consultor de marketing político.
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