René Bejarano alimenta por estas horas la tesis de que el reparto de las alcaldías en la CDMX es la gran confirmación de su regreso a la primera línea de la política.
En privado, festeja haberle quitado candidaturas a Ricardo Monreal y dice que tiene control sobre los aspirantes de Milpa Alta, Tláhuac, Cuauhtémoc (donde va su concubina Dolores Padierna), Álvaro Obregón, Coyoacán y Gustavo A Madero.
Y es que Bejarano estaba fuera de todo. Tras ser el hombre fuerte en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador en la Capital, el caso de los videoescándalos lo hundió por completo y lo dejó fuera de cualquier tipo de negociación. Muchos de sus soldados empezaron a irse. Es el caso de Martí Batres, su histórico consentido que pasaría de golpe a cargar con el mote de «traidor».
Por eso desde hace dos días se dedica a contactar a diversas figuras de la política capitalina para pedir apoyos para «sus candidatos».
Pero el optimismo pudiera ser un tanto anticipado. Quienes conocen los movimientos políticos de varios de esas postulantes, saben que en rigor no llegaron de la mano del «Profe».
Eduardo Santillán, candidato en Álvaro Obregón, fue bejaranista en sus inicios pero desde hace varios años tomó su propio camino político.
Hoy intento construir una vínculo director con Claudia Sheinbaum. No reniega de su amistad con Bejarano, pero desde luego no seguirá sus ordenes ni en campaña ni en la eventual administración.
Sucede algo similar en Gustavo A. Madero, donde Francisco Chíguil, que va por su reelección, y a pesar de haber iniciado su carrera con Bejarano, ya asegura tener juego propio.
Chíguil incluso tiene un lazo mucho más estrecho con Martí Batres, el «Judas Iscariote» del bejaranismo.
Algo parecido ocurre con Carlos Castillo, quien se referencia directamente con Ariadna Montial, otra que abandonó las filas del bejaranismo hace varios años, cuando logró una diputación federal desde el PRD -en plena desgracia del «Profe»-.
Lo cierto es que el único territorio 100% propio será en la Cuauhtémoc, con Padierna y al costo de haber dejado fuera de la jugada a un alcalde, que a pesar de un desempeño mediocre, respondía a Monreal.