El que ambiciona pasar a la historia como el Gran Transformador, lo hará como un hombre que destruyó a la democracia buscando polarizar a la sociedad.
Quien se sentía destinado a dirigir los destinos de la nación, y lo logró, no puede perdonar a aquellos que cree que quisieron obstaculizarlo en su senda a la grandeza.
Mientras hacía la campaña interminable, acumulaba odio al tiempo que sumaba derrotas.
Su imaginario fraude del 2006 tiene un perpetrador, Vicente Fox, y al usurpador que se benefició ocupando su lugar: Felipe Calderón Hinojosa.
Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, junto con Enrique Peña Nieto, representan el neoliberalismo que el Presidente tanto detesta y que ha jurado desterrar.
Morena, con la bendición presidencial, se ha obstinado en seguir hablando de los expresidentes, endilgando a cada uno un imaginario delito para ser juzgado.
Quizá el más patético ha sido el caso de Salinas de Gortari, al que se acusa de fraude electoral en 1988, cuando el orquestador de la caída del sistema electoral hoy funge como Director General de la Comisión Federal de Electricidad.
Pero Manuel Bartlett Díaz se debe estar riendo ante la ironía de la situación, y quizá Cuauhtémoc Cárdenas haciendo coraje por una nueva burla a su persona.
A Ernesto Zedillo se le “acusa” del Fobaproa (esto es, de salvar al sistema bancario nacional en medio de un colapso económico).
A Vicente Fox por lo ocurrido en Atenco,
La propaganda del partido de quien es asiduo visitante de Badiraguato e hizo al ejército rendirse en Culiacán, presenta a Felipe Calderón como cabeza de un narcogobierno.
A medida que se adentra en su gobierno, López Obrador se mantiene en una fantasía crecientemente lejana.
En sus planes sexenales la elección intermedia iba a traer una rotunda victoria gracias a un gobierno extraordinario en lo económico y social.
Una aplastante mayoría legislativa que validaría juzgar a sus predecesores y, quizá, le permitiera la reelección o extensión de su mandato.
Creyó poder llamar a su consulta al mismo tiempo que la cita electoral, y así hacer campaña y dinamizar a sus bases.
Un instrumento de consulta popular, mecanismo de democracia participativa, lo transformó en burla, es un potente instrumento para manifestar la voluntad popular.
Los millones que se necesitan para hacer vinculante la burla no estarán ahí, y ya los personeros del Presidente culpan al INE (sí, al INE) de lo que será un desastre.
La consulta será un símbolo más del fracaso obradorista, una muestra del profundo abismo entre los sueños guajiros de un mesiánico y la terca realidad, con el precio pagado por la nación entera.
EFREN DOMINGUEZ WHITE
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