El presidente López Obrador apagó en una gestión cualquier fuego de inconformidad que existiera entre la cúpula militar mexicana, me revelan fuentes enteradas del asunto.
Como lo expresamos ayer en estas Historias de Reportero, el Presidente de México decidió usar su buenísima relación con su homólogo de Estados Unidos, Donald Trump, para conseguir la liberación del general Salvador Cienfuegos Zepeda, exsecretario de la Defensa Nacional el sexenio pasado.
Según estas fuentes, la decisiva intervención del presidente AMLO en favor de un general de cuatro estrellas se ganó el reconocimiento incluso de los sectores de las Fuerzas Armadas, que habían expresado –a veces en privado, a veces en público– su enojo, insatisfacción, crítica sobre el rumbo del Gobierno actual.
Recordemos un episodio. En octubre del año pasado, en un desayuno de militares de alto rango con la presencia del secretario de la Defensa, el general Luis Crescencio Sandoval, uno de los generales que más lejos llegó en el servicio público, Carlos Demetrio Galván Ochoa, lanzó duras e inusuales críticas al Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador. Recogía su voz la preocupación e insatisfacción de un sector de las Fuerzas Armadas.
Este episodio sirvió al presidente AMLO para (peligrosamente) juguetear otra vez con la (peligrosa) idea de que querían darle golpe de Estado.
En un par de años, la relación de López Obrador con las Fuerzas Armadas ha pasado del acérrimo odio al amor entregado: en campaña acusó al Ejército de criminal, luego como Presidente electo se reunió con el general Cienfuegos (era el secretario de Defensa entonces) y moderó el discurso, y ya que tomó el poder ha configurado el Gobierno más militarista del que se tenga registro en la historia reciente de México.
La apuesta presidencial por la inocencia del general Cienfuegos encaja a la perfección con el derrotero que ha tomado esta relación.
Saciamorbos
Ayer en mi cuenta de Twitter le revelé en primicia que Epigmenio Mendieta Valdés, el abogado que defiende a la exsecretaria de Desarrollo Social, Rosario Robles Berlanga, afinaba detalles para que su clienta se vuelva testigo protegido de la Fiscalía General de la República, o como se llama oficialmente, se acoja al criterio de oportunidad.
La también secretaria de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano en tiempos del presidente Enrique Peña Nieto resistió casi un año y medio en las duras condiciones de la cárcel, sin inculpar a sus superiores, a pesar de que en varias ocasiones tanto el presidente López Obrador, como el fiscal Alejandro Gertz Manero, le ofrecieron públicamente que su pase de salida estaba tan cerca como una
confesión.
Lo que pueda relatar Rosario Robles Berlanga sobre tantas cosas del sexenio pasado, en la que fue operadora electoral-política-financiera, sin duda generarán una fascinante retahíla de escándalos