Una de las razones por las que el campo mexicano no sufrió una caída como otros sectores es que, pese a la pandemia y el encierro, la generación de alimentos tuvo que seguir.
La crisis de salud desatada por la pandemia de COVID-19 y el freno a buena parte de las actividades económicas para evitar contagios trajo consigo una importante reducción en muchos indicadores económicos… en casi todos, menos los que tienen que ver con la actividad agropecuaria y de generación de alimentos.
Mientras unos sectores económicos vieron caer sus cifras de exportaciones o porcentaje de aportación a la economía nacional, el sector que tiene que ver con la actividad en el campo se mantuvo a flote durante los meses más complicados para la economía en México.
Por ejemplo, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía, el Producto Interno Bruto (PIB) del país cayó 10.1% en el primer semestre del 2020 producto de una reducción de 18.7% en este indicador para el periodo de los meses de abril, mayo y junio, cuando se dieron los días más severos del encierro y el paro de actividades en México.
En contraste, el PIB correspondiente a sector de actividades primarias, que incluye agricultura, cri?a y explotacio?n de animales, aprovechamiento forestal pesca y caza registró un incremento de 0.2% en el primer semestre del 2020 y en el trimestre más severo de la epidemia solo reportó una reducción de 0.5%.
El sector secundario (que engloba a la industria) acumula una baja de 14.1% en el primer semestre de este año, y el terciario (servicios), de 8.5%.
Pero no es el único indicador que muestra cómo el campo ha podido sobrevivir a la crisis de salud y económica que atraviesa el país.
También las exportaciones agropecuarias reportaron un incremento en el periodo enero-agosto del 2020 con respecto al mismo periodo del año pasado.
De hecho, solo la actividad agropecuaria y la extractiva (o minera) fueron las únicas que registraron un aumento.
En los primeros ocho meses del año, las exportaciones totales agropecuarias sumaron 12,628.3 millones de dólares lo que representa 4.1% más que lo registrado en el 2019, según datos del INEGI.
Para tener una idea de la importancia de este incremento, hay que decir que, por ejemplo, las exportaciones automotrices registran una caída de 28%; las petroleras, 37.1%, y en general el país tuvo una reducción de 16.6% en el monto total de exportaciones en el periodo enero-agosto de 2020.
Si bien una de las razones por las que el campo mexicano no sufrió una caída como otros sectores de la economía nacional es que, pese a la pandemia y el encierro, la generación de alimentos tuvo que seguir, también es cierto que otros factores influyeron en mantener a flote este sector.
OPORTUNIDADES Y BENEFICIOS
El potencial de la actividad agrícola en México da para que más de 5 millones de pequeños productores agropecuarios pueda verse beneficiados con la implementación de cadenas colaborativas, en las que los procesos se desarrollan de forma vinculada y organizada, permitiendo crear un círculo virtuoso en el que todos ganan.
Así lo consideró el Consejo Nacional Agropecuario, organismo que representa 75% del PIB agroalimentario y 75% de las exportaciones agroalimentarias, y que reconoce que en las últimas décadas, el sector ha logrado una mejor en sus procesos con el desarrollo de cadenas de valor más eficientes a fin de que los productos lleguen a los lugares más alejados con costos menores.
En estos procesos están involucrados además los puntos de venta, las comercializadoras, los transportistas y todo ellos son piezas clave para hacer posible que los alimentos lleguen hasta las mesas de los mexicanos.
Pero el esfuerzo de ellos no serviría sin el trabajo de quienes cultivan y producen los insumos o materias primas.
De esta forma, prácticamente en todo México podemos consumir las manzanas que se producen en Chihuahua, el azúcar de caña de Veracruz y la leche de Jalisco, entre miles de productos que gracias a esta articulación pueden ser procesados y transportados en el país.
A pesar de las cifras positivas, la pandemia de COVID-19 representa un reto para quienes dependen de las actividades rurales y agropecuarias pues al contar con recursos limitados, los campesinos han visto afectada su producción y distribución.
“La integración es el factor clave en un sistema de cadenas colaborativas. A través de alianzas con los productores y las instancias gubernamentales, la industria es el facilitador e implementador que integra y genera beneficios para toda la cadena”, declaró José Cacho, vicepresidente de Cadenas Productivas del Consejo Nacional Agropecuario.
Y es que estas cadenas de valor, en las que participan industriales y prestadores de servicio, generan una diminución en costos y trayectos, al tiempo que impulsan el consumo local.
Uno de los principales actores en el desarrollo de estas cadenas de valor es la Industria Mexicana de Coca-Cola la cual, de la mano de instituciones gubernamentales y privadas integra prácticas de agricultura sustentable, con las que se logra mantener más de 100,000 empleos indirectos en el sector.
Actualmente, la IMCC invierte 18,500 millones de pesos en productos locales, esta cifra representa un incremento de 25% con respecto a lo que registró en 2018, según lo reporta el despacho de derecho y economía SAI.
Estas acciones focalizadas construyen redes de personas y familias que, sin saberlo y sin conocerse, trabajan unas muy cerca de otras para dar continuidad a un esfuerzo colectivo que fortifica la economía de los pequeños productores, de los comercios locales y de México.
Junto con organismos empresariales, grupos transportistas y miembros de la industria de alimentos, la IMCC mantiene en implementación una cadena de valor que nunca termina, pues al crear un plan integral a largo plazo, en el que se suma a los productores locales, se generan miles de negocios redituables que permiten que todos ganen a través del trabajo conjunto.