A tres años de que Andrés Manuel López Obrador fue elegido como presidente de México, el palacio presidencial se ha convertido en el escenario de un drama televisado. Cada mañana de lunes a viernes, la estrella usa su púlpito para promover su agenda y arremeter contra sus enemigos.
Responde preguntas de reporteros amistosos, de medios de comunicación poco conocidos, y selecciona a periodistas independientes e irritantes para condenarlos.
López Obrador no se ve a sí mismo como un autócrata. Se ve a sí mismo como un salvador
Desafortunadamente para México, a la mitad de su mandato de seis años en el cargo, López Obrador se ha centrado más en la autopromoción que en abordar los problemas que prometió abordar.
Sus discursos matutinos entre semana contienen mentiras.
Se publicita a sí mismo y a su gobierno, viaja, realiza mítines y conferencias de prensa al estilo Trump, hace relaciones públicas para sus proyectos favoritos y trata de establecer una relación directa con los votantes.
Insiste en que su agenda económica reparará el tejido social de México y ayudará a reducir la delincuencia, pero ha asignado poder adicional a las fuerzas armadas de México en lugar de invertir en el fortalecimiento de las fuerzas policiales locales y estatales.
A lo largo de su carrera política, López Obrador ha mostrado un hábil toque populista al transmitir su mensaje a los votantes que se sienten excluidos del incipiente éxito industrial de México, pero también ha mostrado algunas tendencias autoritarias preocupantes.
Ha pasado la pandemia minimizando el virus y promocionando el drama del bien contra el mal que enfrenta su gobierno al trabajar para transformar el país.
Pinta sus logros como actos milagrosos frente a una oposición inquebrantable.
Su narrativa reduce todas las críticas a quejas de un movimiento indiferenciado de adversarios ilegítimos, en lugar de las preocupaciones de los ciudadanos comunes.
En los tres años desde que fue elegido para comenzar su histórica presidencia, López Obrador continúa haciendo campaña en lugar de gobernar.
México descubrirá si su fanfarronada autoritaria es simplemente una táctica retórica o si es una advertencia sobre sus ambiciones antidemocráticas.