Los acuerdos no escritos con el PRI. Malestar por la situación en Monterrey. El rol de un gobernador.
La incursión de Marko Cortés a Nuevo León le dejo un sabor amargo. Según compartió a su entorno, tras el viaje a Monterrey, entiende que el riesgo en la entidad es bien alto: no solo el partido tiene pocas chances de recuperar terreno frente al 2018 sino que además le preocupa que se pierda el control del Congreso estatal como consecuencia de un mal desempeño del candidato Fernando Larrazabal.
La interpretación del dirigente nacional tiene lógica. Salvo las plazas de San Nicolás y Santa Catarina, el PAN no está competitivo en Monterrey, Guadalupe o Apodaca. Tiene un candidato a gobernador que después de la precampaña no consigue despegar de los 10 puntos de intención de voto. Y el gran temor: que si esa elección es desastrosa Larrazabal termine hundiendo a los candidatos a diputaciones locales.
En Nuevo León el Congreso no es el algo menor porque luego de una serie de reformas aprobadas, muchas atribuciones del gobernador pasan al legislativo. Atribuciones que, ante la imposibilidad de recuperar territorio en municipios, el PAN no puede despreciar.
Cortés esta disgustado. No le agrada, por ejemplo, que Mauro Guerra repita sin pudor alguno ante quien quiera escucharlo, que Larrazabal «es un gran candidato para perder». Para el dirigente es complejo porque en diciembre él tenía a Nuevo León anotado como un estado que se iba a recuperar para el ¨PAN. Ahora entiende que la competencia es entre Morena y PRI.
Pero hay un malestar mayor, más solapado, y tiene por destinatario al alcalde de Sin Nicolás, Zeferino Salgado. Cortés ve un acuerdo en el cual el PAN ha cedido ante el PRI Monterrey, Apodaca y la gubernatura. Y no se ve cuál ha sido la retribución para los aspirantes del partido. Y un detalle adicional: por Salgado es que Víctor Fuentes, el panista que mejor medía, se queda fuera de la competencia y, hasta tal vez, del partido.
Los nexos de Salgado con Francisco Cienfuegos, Adrián De la Garza y Alejandro Moreno Cárdenas no son demasiado claros para el dirigente panista y por eso su decisión de tener un compromiso más bien leve con lo que suceda en el estado.
Allí en realidad el PAN tiene otro actor gravitante, menos evidente pero de mayo volumen que Marko: el gobernador tamaulipeco Francisco Cabeza de Vaca, que fue el ideólogo inicial de la sociedad no escrita entre Jaime Rodríguez Calderón y el panismo de Nuevo León. Es notable: las explicaciones que el dirigente pretende pudieran ser más accesibles en Ciudad Victoria que el comité panista del centro de Monterrey.