En 2021 además de la elección federal de diputados, habrá 15 gubernaturas en juego y muchas entidades donde se renuevan alcaldías y congresos locales.
El panorama para la oposición no es el óptimo, Andrés Manuel López Obrador mantiene índices de aprobación altos y las encuestas ponen a Morena en un sólido primer lugar en muchas de las entidades en juego, así como en las proyecciones para la integración de la Cámara de Diputados.
Para agravar la situación, de las 15 gubernaturas en juego, sólo 1 la tiene Morena, 8 son del PRI, 4 del PAN, 1 del PRD y 1 independiente, que es Nuevo León.
El caso es que PRI, PAN y PRD tienen mucho que perder, ya que si asumiéramos que Morena gana todos los estados en juego, -lo cual no es del todo realista, pero sí es posible, porque en las encuestas Morena al menos va a la cabeza en 9 de los 12 estados y con posibilidades de competir en los otros 3-, el PRI pasaría de 12 a 4 gubernaturas, el PAN de 10 a 6 y el PRD de 1 a 0, mientras que Morena pasaría de 6 a 17, o 18, si contamos a Morelos de Cuauhtémoc Blanco.
Es debido a lo anterior que existe nerviosismo en el PRI, PAN y PRD y los ha llevado a plantearse algo que en antaño sonaba impensable, una gran alianza que está comenzando a construirse a retazos, primero los partidos aprobaron ir con candidaturas de unidad en algunos estados, para tratar de cerrar la brecha con Morena y ya se está tejiendo una posible alianza para las diputaciones federales.
Una alianza de todos contra el partido gobernante desde un punto de vista pragmático no es una idea descabellada, ya fue usada en Venezuela con la Mesa de Unidad Democrática, en contra de Chávez y Maduro.
Lo que haces es cerrar las opciones de los ciudadanos y los obligas a decidir entre Morena y la oposición, de tal manera que captas a todos los simpatizantes de los partidos en alianza, más los que no están conformes con Morena, de forma que, si Morena no sobrepasa la barrera del 50 por ciento de los sufragios, existen posibilidades reales de derrotarle.
El problema es que la alianza suena mejor en papel que en la realidad, donde enfrenta importantes escollos.
El primero es la larga historia de descalificaciones mutuas, en donde PRI, PAN y PRD como enemigos históricos se han dicho de todo y entre sus militantes hay rivalidades importantes, por lo que no es tan fácil convencer a un militante de toda la vida de apoyar a un candidato surgido de otro partido en el que no confía.
Un segundo problema son los cotos regionales de influencia y Coahuila es un claro ejemplo, ya que en la última elección el PRI demostró fuerza y ganó de manera sólida en todo el estado, pero a la vez el PAN mantiene las alcaldías de dos municipios grandes como Torreón y Monclova, de tal forma que no es sencillo que el PRI le ceda espacios al PAN en Torreón o Monclova, cuando tiene posibilidades reales de ganárselos en las urnas, ni tampoco es fácil que el PAN le entregue al PRI esos espacios por acuerdo.
Pero el riesgo mayor es que las estructuras de los partidos se vean dañadas en lo regional, es decir, si en las alianzas llevará mano el partido en el poder, quiere decir que en Querétaro el PAN pondría a la mayoría de los candidatos y el PRI renunciaría a espacios, debilitando a futuro su estructura ahí.
Lo mismo pasaría con el PAN en Sonora, renunciando a favor del PRI o de ambos partidos frente al PRD en Michoacán.
Se trata de una decisión difícil porque en el corto plazo la mejor opción parece la alianza, pero en el largo plazo podría significar la pérdida de competitividad de estos partidos en muchas de las regiones del país.