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San Valentín en pandemia: crónica de una ciudad contagiada

En las calles y avenidas se expresa la festividad en un día atípico, donde el amor se celebra en casa

La pandemia del Covid-19 remueve, pese a desazones, uno de los días más productivos para el sector restaurantero: San Valentín. También para las florerías.

Semanas atrás, la Canirac hacía un intento forzado por convencer a las autoridades. Pero el 14 todo cerrará en Morelia, y un día antes los negocios salen, abren, montan. Improvisan: hay flores en mercerías, pelucherías, papelerías.

En la calle Ignacio Zaragoza, al mediodía, otra improvisación. Karen Govea acondiciona una banca con pasteles y ramos dos por 200. Rebanadas a 60.

Sus amigos planean vender a los peatones, sobre los portales que se vislumbran a medias, con algo de afluencia.

Personas en las mesas de café escuchan un trío en vivo, cuyo integrante Esteban Hernández afirma que “le da igual” el poco flujo.

Pero la pandemia da pie a las espontaneidades, que a su vez forman parte de un sentir colectivo, y en la calle se escuchan a toda voz: “¡cuide a su pareja!, cubrebocas de cinco capas”; “¡serenatas!”; “¡globos grandes 200!, ¡chicos 35!”.

De pronto en los negocios acaece un esfuerzo insólito, las tiendas de ropa y boutiques ofrecen ramos, rosas, girasoles. En la Mercería Michoacana cuelgan del techo unas enredaderas artificiales, son para envolver regalos. Yuritzi Jacobo, que trabaja ahí desde hace 20 años, afirma que este día esperan ventas por debajo del 30 por ciento respecto al año pasado.

Tampoco hay esperanza en la florería La Merced, donde José Hernández admite que solamente pidió “la mitad de flores”, porque desde la llegada del Covid-19 las ganancias se perdieron en un 50 por ciento. Los ramos más vendidos se encuentran en la entrada junto a los carteles “use cubrebocas” y “mantenga distancia”. Se trata de rosas, envueltas en presentación radiante, cuyo precio aumenta en esta época junto con el de las gerberas.

Las plazas, como casi todo en la pandemia, lucen vacías, y por eso los vendedores ambulantes buscan sitio. 

Muchos lo encuentran. Llevan 50, 100, 200 globos. La contingencia los obliga a esperar en un soleado y ventoso letargo, porque las ventas tardan y ellos lo dicen: “son las tres y no se vende ni un algodón”, comenta Mario Gallejo, quien se dedica a los algodones de azúcar desde hace 16 años.

Desde luego, los restauranteros salen a las calles, montan sillas, promocionan menús. Solo unas mesas se ocupan. Se esperó la respuesta de las autoridades, la posibilidad de abrir el 14, recuperarse. Pero se denegaron las peticiones y ahora resta la comida a domicilio, una sensación de pérdida ante los casi 80 millones que estima Canirac en la entidad.

En el fondo, en las calles y avenidas se expresa la festividad en un día atípico, se miran esfuerzos insólitos, aforos reducidos, pérdidas económicas, y un San Valentín anticipado para muchos comercios en una Morelia que continúa a la cabeza de contagios en Michoacán.

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