La irrupción de Xóchitl Gálvez en la batalla por la presidencia incrementó, afortuna-damente, la incertidumbre de las elecciones 2024.
Como si fuera tan fácil. Luego de que el presidente Andrés Manuel López Obrador “destapó” a Xóchitl Gálvez, el futuro parecería muy sencillo: Claudia Sheinbaum será la candidata de Morena, Xóchitl será su adversaria y, finalmente, la ex jefa de gobierno de la CDMX se convertirá en la primera presidenta de nuestro país.
Sin embargo, la complejidad del escenario político actual no permite llegar tan rápido a estas conclusiones. No es serio. No es profesional. Aunque la estrategia del presidente sí permite descubrir varios de sus objetivos, y de sus instrumentos de comunicación, no se pueden descartar situaciones que le den un giro a tan simples previsiones.
Por supuesto que no hay que descartar un desenlace así. Pero, aunque el poder presidencial es grande, resulta imposible que tenga el control de todas las variables. Sería tanto como aceptar que los actores políticos involucrados en el proceso de sucesión permanecerán sumisos, inmóviles o dispuestos a aceptar cualquier “premio de consolación”.
La incertidumbre electoral es una de las características más importantes de la democracia. En contraste, las decisiones autoritarias, centralizadas y sin contrapesos son propias de las dictaduras. Es imposible negar que el presidente mantiene un estricto control de lo que sucede dentro de su gobierno y de su movimiento político. Pero no se puede descartar ninguna sorpresa o cambio de rumbo.
La irrupción de Xóchitl Gálvez en la agenda es el mejor ejemplo. Su imagen y mensaje para aceptar el reto dio un vuelco a la mala inercia que traía la oposición. La sorpresa fue tan grande que logró arrebatar, al menos por unos días, el dominio de la agenda que ha ejercido el presidente desde hace mucho tiempo. Su carácter demuestra que está dispuesta a enfrentar, con valor e inteligencia, al primer mandatario.
El potencial de Xóchitl Gálvez para ser competitiva es grande. Su imagen puede ser más relevante que el programa de gobierno que la respalde. Aún más. En los rasgos principales del perfil de imagen que tiene está su mayor ventaja. A diferencia de lo que piensan algunos, en esta batalla el perfil sí importa.
A Morena le conviene como adversario una persona que parezca tradicional, conservadora y de la llamada clase alta. Que se le identifique claramente con el viejo régimen. Que se le reconozca como un político tradicional. Que se muestre sumiso ante algunos empresarios. Que no tenga capacidad para conectar emocionalmente con el pueblo. Que sea soberbia, acartonada e insegura. Y que no tenga una narrativa convincente.
Con base en los estudios de opinión, la ciudadanía estaría dispuesta a apoyar a un candidato o candidata con auténtico origen ciudadano. Inteligente. Que conozca bien el país y las necesidades y expectativas de la gente. Que hable en forma sencilla, directa y clara. Que sus propuestas sean convincentes y factibles, sin que rompan de tajo con lo que se ha hecho bien. Que cierre filas. Que no caiga en la trampa de la polarización y sepa debatir. Con carácter firme. Independiente. Valiente. Echada para adelante. Sin miedo a tomar decisiones.
¿Quiénes de las y los personajes que se registrarán en el frente opositor cuentan con estas características? Si por perfil de imagen fuera, hoy no habría necesidad de seguir adelante con el método anunciado. Pero eso le restaría legitimidad al resultado. El verdadero obstáculo está en que los intereses de las dirigencias de los partidos se impongan al pragmatismo que amerita la decisión final.
En el otro extremo, tampoco se puede descartar el factor sorpresa. Hasta ahora, la ventaja de la y los aspirantes de Morena está en la sombra del presidente. Él sigue siendo el factor decisivo, el de mayor peso por el poder que ejerce y su popularidad. No obstante, Xóchitl Gálvez tal vez logre incidir en un replanteamiento de los factores que hoy favorecen a Claudia Sheinbaum.
A dos semanas de iniciada la precampaña-que-no-es-precampaña de la coalición de Morena, PT y PVEM, es evidente que el proceso no ha llamado la atención que se esperaba. Los eventos se perciben planos y con poca emoción. La y los aspirantes de la llamada 4T tampoco reaccionaron con eficacia al destape que hizo el presidente de Xóchitl desde su conferencia matutina.
Todo lo contrario. La decisión del presidente de identificar como su principal adversaria a Xóchitl podría convertirse en un error de cálculo para su estrategia y en una ventaja táctica para la senadora. Primero, porque la posicionan fuertemente en los medios y las redes sociales. Segundo, porque los ataques de misoginia o racismo, además de inaceptables, resultan contraproducentes. Y tercero, porque se cumple con una máxima de la comunicación política para lograr un mayor reconocimiento: “Lo importante es que se hable de mí, aunque sea bien”.
En consecuencia, Xóchitl logró incrementar el factor de incertidumbre. Aunque es altamente probable una contienda con Claudia y ella como las principales contendientes, aún tendrán que sortear diversos obstáculos. De ser ciertas las previsiones de algunos —que se basaron en las encuestas previas o en lo que en el fondo querían los mandatarios que pretendieron elegir directamente a su sucesor— ni Zedillo, Fox, Calderón o Peña Nieto hubieran sido presidentes.
El factor de incertidumbre está de regreso. La simple y sencilla formulación de algunas preguntas básicas así lo demuestra:
¿Cómo van a reaccionar los aspirantes que se bajaron de la contienda y cuestionaron duramente el método del frente opositor? ¿Es previsible una traición del PRI a la Alianza y, por lo tanto, al candidato candidato que surja de ésta? ¿Qué efectos tendrá el fuego amigo sobre la decisión de Xóchitl para contender por la presidencia? ¿Hasta dónde llegará la guerra sucia? ¿A quiénes van a descarrilar los ataques y golpes bajos entre unos y otros?
¿Existen las condiciones para que el frente opositor pueda concretar una campaña disruptiva, evite caer en la polarización y pueda reducir el impacto de las conferencias matutinas del presidente? ¿Cómo afectará la decisión final de Movimiento Ciudadano? ¿Qué impacto tendrá en el proceso la renuncia de los priístas? ¿Qué harán quienes pierdan en el frente opositor una vez que se nombre al o la finalista?
¿Qué acciones llevará a cabo el presidente una vez que se definan las dos candidaturas principales? ¿Cómo va a reaccionar Marcelo Ebrard si la encuesta no le favorece porque le hacen una chicanada? ¿Qué reacción tendría Claudia Sheinbaum si Ebrard la logra rebasar, situación difícil pero no imposible? Con base en todas estas preguntas, se ve muy difícil que alguien pueda llegar a conclusiones contundentes frente al posible aumento de la incertidumbre conforme se acerque el día de las elecciones.