Desde el 30 de enero, los pacientes del Hospital Infantil están en mejores instalaciones, pero por la lejanía de Morelia, los padres de familia han quedado en mayor vulnerabilidad
Morelia, Michoacán. Pasa de las 03:00 de la tarde y el viento arrastra pequeñas oleadas de calor acompañado de polvo.
Es Ciudad Salud, complejo hospitalario a un costado de la carretera a Charo que alberga el hospital de especialidades del ISSSTE y los recién estrenados Civil Doctor Miguel Silva e Infantil Eva Sámano de López Mateos.
Entre trabajos de construcción que aún no finalizan, a espaldas del Infantil, sobre un montículo, se alza el campamento que padres de pequeños internados han montado desde su arribo, el pasado sábado 30 de enero.
Con sudor en la frente, agobiado por el calor y visiblemente cansado, el papá de un paciente internado desde hace 8 meses trabaja con un pequeño azadón y una barra de acero para hacer una rudimentaria escalinata que facilite subir al campamento.
Entre tiendas de campaña y un toldo que los padres de los pacientes han alquilado para hacer frente al viento, el polvo, el calor del día y el frío de la madrugada, los semblantes son de cansancio y preocupación.
Alrededor de 20 personas de distintos puntos del estado han mantenido la organización que tenían desde que estaban en el Bosque Cuauhtémoc, pues algunos ya tienen varios meses con sus hijos internados por distintas enfermedades.
Aunque reconocen que las instalaciones del nuevo hospital son evidentemente mejores que las del antiguo nosocomio, señalan una serie de carencias.
Sus nombres se omiten pues temen que haya represalias al interior del hospital, ya que el equipo de esta casa editorial atestiguó el momento en que una trabajadora social, acompañada de una oficial de policía, los invitaba a retirar el campamento.
La madre de un pequeño que lleva más de dos meses internado relató que el día que se hizo el traslado fue un caos, ya que días antes les habían informado que la mudanza de pacientes se haría al mediodía, pero se adelantó algunas horas.
“Los doctores andaban muy confundidos, no sabían ni para dónde. Había pacientes que no se podían mover y así se los trajeron y, en el traslado, algunos papás nos contaron que había complicaciones, como el caso de un niño que desintubaron y, cuando lo volvieron a intubar, le causaron una hemorragia y ya no lo pudieron controlar.
Su mamá dijo que a causa de eso su niño se murió. Otra pacientita que tenía un tumor en la cabeza también tuvo complicaciones con el movimiento”.
La madre de familia, en cuyo rostro ya se notan los estragos del ir y venir del campamento al hospital y el estar lejos de su casa y sus otros dos niños, que se han quedado encargados con familiares, cuenta que el sábado que se hizo el traslado tal fue el descontrol, que hubo papás que no sabían ni dónde estaban sus hijos, y el mismo personal del hospital no les sabía dar la información.
Y es que reprocha que las autoridades, quizá con tal de hacer “un operativo vistoso”, movió a todos los pacientes al mismo tiempo y eso causó confusiones entre el personal.
Además, lamenta que se les piden medicamentos y equipo quirúrgico porque el personal del nosocomio les dice que ahí no tienen insumos, “y nos toca ir hasta Morelia a comprar todo porque aquí no hay nada”.
En cuanto a la atención recibida en el nuevo hospital, comentó que los primeros tres días después del traslado de pacientes había mucho descontrol, porque ni los empleados les sabían informar sobre las distintas áreas del nosocomio, aunque reconoce que las instalaciones “están súper bien”.
Otra madre de familia reprochó que personal del hospital quiera impedir a quienes tienen carro que lo dejen en el estacionamiento que se ubica frente al campamento, porque, según le dijeron, “es de los doctores”, pero, enfatiza, “no estamos aquí por gusto, y hay veces que a las 02:00 o 03:00 de la madrugada nos piden medicamentos y tenemos que movernos hasta Morelia, porque aquí no hay ni para sacar copias, y si vamos al Oxxo más cercano, una copia nos sale en 16 pesos”.
Con visible molestia, la mujer recrimina que, si se movieron los hospitales, por qué no se pensó en dotar de servicios la zona. “
Sí, los niños están atendidos, y qué bueno por eso, pero no pensaron en la gente de afuera, que hubieran hecho un albergue más grande o uno para cada hospital, porque el que está ahí, aunque no nos niegan la atención, se ha quedado sin agua, y si vamos a las regaderas, son 50 pesos por persona y ni modo, nos toca pagar porque para poder ver a nuestros niños tenemos que estar bien aseados”.
PREOCUPADOS ADENTRO, VULNERABLES AFUERA
Cuando el campamento estaba instalado en el Bosque Cuauhtémoc, mucha gente se solidarizaba con ellos y les llevaba alimentos, víveres y artículos de higiene personal, pero al estar varios kilómetros fuera de Morelia, eso ha terminado.
“De las personas que nos ayudaban, ya nos contactaron y dicen que les queda muy lejos, y que por eso las ayudas mejor las llevarán al Hospital de la Mujer. Ahorita lo que hacemos es que nos cooperamos cada quien con lo que pueda para ir a comprar todo a Morelia; eso cuando se puede, y cuando no, pues comemos lo que tengamos”.
Lo que sí destacan es que, a diferencia de los familiares de pacientes del Hospital Civil, donde los robos son frecuentes, ellos ya no tienen ese problema, ya que en el Bosque Cuauhtémoc ese fenómeno se daba por la presencia de drogadictos e indigentes que merodeaban el campamento, por lo que en ese aspecto se sienten más seguros en el nuevo hospital.
Pero la madre de una niña internada lamenta que no se cuenta ni con material quirúrgico para el procedimiento que su hija requiere.
De pronto es interrumpida por un hombre que, dice, acaba de comprar un medicamento que en el hospital no había y en eso gastó casi 20 mil pesos.
“Nos piden las cosas y cuando nos dan la receta nos dicen que lo quieren así (truena los dedos), sabiendo que aquí no hay nada.
Eso es lo que quiero decir al gobierno, hizo una buena obra, pero aquí no hay nada, ni siquiera para comer, porque a todo el que se acerca a querer vender, los policías lo corren.
Pero eso sí, los del hospital sí mandan traer de Morelia que birria, que chavindecas y todo, pero nosotros no podemos darnos ese lujo”, dice la mujer con visible molestia.
ALBERGUE, CON PUERTAS ABIERTAS
Cuestionada sobre por qué no han acudido al albergue que la asociación civil Emaús tiene en Ciudad Salud, la entrevistada señaló que les da miedo ya que ahí hay tanto familiares de pacientes del Infantil como del Civil, lo que les da miedo ante el riesgo de contagiarse de COVID-19, y eso pone en peligro también a sus pequeños.
Además, recalca que en el albergue no hay agua para bañarse.
Además, la madre de familia comenta que, aunque hay quienes sí han acudido a ese espacio, muchos no se han ido al albergue porque prefieren ahorrar los 40 pesos que se les piden como cuota de recuperación.
Vaya, con la intención de ahorrar hasta el último peso para atender las necesidades de sus hijos internados, muchos incluso pernoctan en el estacionamiento por si es necesario comprar algún medicamento.
En entrevista con esta casa editorial, Guadalupe Nieto, trabajadora social y encargada del albergue que por convenio con el gobierno del estado opera y administra Hogar Emaús a un costado del Hospital Infantil, enfatizó que la atención a los padres de familia que se instalaron en el campamento no se les ha negado.
La trabajadora social detalló que la Secretaría de Salud dejó el albergue con 44 camas, pero la AC equipó el espacio con el mismo número, por lo que ahora cuenta con 88 camas.
“Ahorita tenemos alrededor de 46 personas y se siguen los protocolos sanitarios con toma de temperatura cada que alguien entra, tenemos gel antibacterial y limpiamos con alcohol. Además, usamos careta y todos adentro debemos usar cubrebocas, además de que en los dormitorios se usa una cama sí y una cama no”.
Sobre las cuotas de recuperación de 40 pesos que se les pide a quienes quieran permanecer en el campamento, Guadalupe Nieto detalló que si no tienen esa cantidad, pueden aportar lo que esté dentro de sus posibilidades, y que incluso, si no cuentan con dinero, se les hace un estudio socioeconómico para determinar si se les condona la estancia en las instalaciones.
Para ingresar, el personal de Trabajo Social del hospital les da los familiares de los pacientes un pase de entrada, y eso también permite que si en ese momento están en el albergue y tienen que acudir al nosocomio, se le dé aviso al personal de seguridad para que trasmita la información a los familiares.
En un recorrido al interior del alberguen se constató la buena higiene y que los dormitorios están señalados para hombres y mujeres, pero por la contingencia sanitaria se ha optado por separarlos por hospital, ya que ahí se alojan familiares de pacientes tanto del Hospital Infantil como del Civil. Cada dormitorio está a un extremo del albergue, quedando de por medio las áreas comunes, como la sala de estar y el comedor.
La trabajadora social además explicó que ahí se brindan el almuerzo y la comida de mediodía, que son preparados por personal de Hogar Emaús, que también tiene personal para el aseo de las instalaciones. Sin embargo, sí está prohibido introducir alimentos, salvo frutas, a fin de evitar plagas.
Finalmente, sobre la cantidad de personas que se pueden albergar, Guadalupe Nieto señaló que cuando llegan con un paciente que requiere atención de urgencia, se le da cupo a toda la familia, ya que hay quienes, ante una emergencia no tienen con quien dejar a sus hijos, pero pasada una semana o unos días, el acceso a las instalaciones es para máximo tres personas, esto para que más gente tenga acceso al servicio.