Era el año de 1833 cuando apareció en Pátzcuaro Michoacán el “cólera morbus”, ocasionando pánico y desconcierto entre los pobladores, quienes con el miedo de morir por la terrible enfermedad rezaban para clamar piedad a Dios y no morir de ese funesto mal.

En aquel entonces no había medicamentos que controlaran el agresivo virus por lo que el alto número de víctimas mortales crecía conforme pasaban los días, llegando al grado de no haber espacio suficiente en los camposantos para darles digna sepultura a los finados, y las personas voluntarias a llevar los cuerpos a enterrar eran también cada vez menos, nadie quería hacer la difícil labor y en las noches solo se podía escuchar lamentos de personas moribundas que caían en las aceras, esperando el momento de su deceso.

Alguien tenía que retirar los cuerpos para ser llevados al sepulcro, fue entonces cuando apareció José Rincón un hombre de sangre fría, sin miedo de nada, ni siquiera de Dios, famoso por ser jugador y tomador, de oficio campesino y reconocido en la comunidad por siempre andar en su carreta, tirada por dos mulas.

El hombre aceptó ser quien se encargara de retirar los cuerpos en su carreta a cambio de 10 pesos en monedas de plata, su ambición por el dinero era otra de sus características, y sin importar lo siniestro que pudiera ser cumplir con este trabajo, lo aceptó.

Las instrucciones fueron muy claras, llevar a los moribundos a los lazaretos colocados en diferentes puntos del pueblo, para socorrerlos con atención médica, mientras que a los cuerpos sin vida directamente ser trasladados hacia el cementerio para darles cristiana sepultura.

Pero en una fría noche de Pátzcuaro algo cambiaría por completo, José Rincón salió a cumplir con la tarea encomendada, pero las instrucciones que se le dieron no las cumpliría de tal manera, comenzando así un suceso tétrico y aberrante.

Esa madrugada había mucho trabajo por hacer ya que se reportaba que las victimas por el desgarrador cólera aumentaban, el recorrido esa noche comenzó por la extensa Calle del Espejo recogiendo cuerpo por cuerpo y apilándolos uno encima de otro en su carreta, sin importar si estuviesen con vida o no, aplastándose como si se tratara de costales de maíz, ignorando los lamentos de dolor de los que aún seguían con vida.

Una vez lleno el transporte salió a toda velocidad azotando y maldiciendo a sus mulas para que tiraran con más fuerza alejándose a las orillas del pueblo en donde llegó a una barranca y sin piedad comenzó a descargar su carreta lanzando a todos los individuos al vacío del barranco sin importar si algunos aún estaban conscientes de lo que estaba sucediendo, José Rincón sin escrúpulos se retiró del lugar sin imaginar que esto, le costaría muy caro.

Pátzcuaro con el paso del tiempo recobró su tranquilidad, dejando en el pasado un acontecimiento lamentable en donde cientos de personas perdieron la vida en una emergencia sanitaria nunca antes vista, pero quien se marcaría por completo y para siempre con este hecho, sería José quien jamás pudo quitarse el sobrenombre de “el carretonero de la muerte” ocasionándole un profundo vacío, en el que se sumergió después de varias noches sin poder conciliar el sueño, ya que los lamentos, quejidos y murmullos de las personas a quien vio agonizar frente a sus ojos, y las cuales abandonó destinándolos a una muerte desgarradora, seguían en su cabeza atormentándolo.

Testigos que vivían cerca de su domicilio, comentaban que había noches donde el pobre José gritaba desesperadamente pidiendo perdón a todas aquellas personas a quienes no les brindó ayuda y dejó morir devorados por las fieras del monte, la conciencia del carretonero jamás volvió a estar tranquila, cayendo en un estado de locura que lo llevaría a la muerte.

Lo enigmático de su deceso fue que su cuerpo jamás fue encontrado y cuentan lugareños que en las noches más frías en el poblado de Pátzcuaro, justamente a la media noche personas han tenido experiencias paranormales en aquella larga Calle del Espejo, escuchando gritos desgarradores, que afirman que las personas que murieron injustamente salen desde el barranco donde fue su último suspiro hasta la casa del carretonero José,

También se cuenta que se escuchan ruidos de cadenas, y lo más tenebroso, hasta la fecha es que hay quien asegura escuchar pasar la carreta a toda velocidad recorriendo la enigmática Calle del Espejo, manejada por la infeliz y condenada alma del carretonero José Rincón, quien por la eternidad seguirá deambulando sin poder descansar en paz.

Afirma la leyenda que ver la carreta a medianoche es una sentencia segura de muerte ya que quien la ha visto solo ha tenido 3 días de vida restantes, cayendo en la maldición de la carreta de muerte.

¿Cómo llegar a Pátzcuaro?