Análisis del fracaso de la consulta. La mala gestión en la entrega de recursos predispone mal a los votantes.
Desde Tabasco llegan señales inquietantes tras la fallida consulta del pasado domingo.
El gobernador Adán Augusto buscaba que su estado tuviera la mejor participación en favor del oficialismo pero ese lugar terminó siendo para Oaxaca, donde gobierna el PRI en buena sintonía con Palacio Nacional.
Augusto es muy crítico, en privado, de toda la operación política en torno a los programas y las asistencias.
En parte a eso atribuye la baja afluencia a las casillas y lo complementa con un detalle más complejo: un porcentaje considerable de los beneficiados está apoyando a partidos de oposición.
La aritmética refuerza estas teorías: Andrés Manuel López Obrador alega cada vez que puede que el 25% de la población ya recibe algún tipo de apoyo gubernamental.
En la consulta dominical votaron menos de siete millones de personas.
Esta percepción no es exclusiva de Tabasco y circuló en diversos estados en la pasada elección de junio.
El motivo: como el sistema de entrega de los apoyos es lento, burocrático y por momentos irregular, las personas lo cobran pero aún así están molestas con el Gobierno.
Diversos relatos terrenales arrojan detalles a esta tesis de las alturas. Demoras de hasta dos horas para cobrar el apoyo gubernamental, necesidad de recorrer largas distancias para tal fin, la parálisis de la instalación de los cajeros del Banco del Bienestar, etc.
No es novedad: son las mismas situaciones que explican la salida de Gabriel García de la coordinación de superdelegados y los cambios de staff del gobierno de la CDMX.
Augusto, que fantasea con ser candidato a la Presidencia, carga las tintas sobre el secretario de Bienestar Javier May, a quien responsabiliza fuertemente de esa oposición entre beneficiarios. Debe decirse: el gobernador cree que May pretende alterar sus planes sucesorios con el aval del director general de Pemex, Octavio Romero.
