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Estamos peor… ¿y nos parece mejor?

Estamos peor… ¿y nos parece mejor?

Algo muy difícil de entender, sobre todo en estos momentos, es la disposición de tanta gente para acomodar las piezas de la realidad a pesar de que su cotidianidad no sólo no ha mejorado, sino que lleva la impronta de nuevas adversidades.

Somos un pueblo resignado y ancestralmente estoico, según nos dicen, y esta condición explicaría la benevolencia con la que los mexicanos califican a los actuales responsables de la cosa pública aunque, miren, acontecen al mismo tiempo estremecedoras atrocidades –un jaguar desollado por una turba, dos incautos ayudantes linchados por salvajes vecinos, un simple sospechoso quemado vivo— que nos hablarían de una rabia contenida, de un enojo que está ahí y que no necesita más que de un pequeño pretexto para brotar de la manera más brutal y espantosa.

El régimen de la 4T sigue disfrutando de una aceptación mayoritaria, sin embargo, y eso, lo repito, es lo inentendible porque ni somos menos pobres, ni disfrutamos de más bienestar, ni hemos acabado con la corrupción, ni han disminuido los asesinatos, ni se ha resuelto el problema de la pavorosa inseguridad pública, ni hay empleos bien pagados, ni se está brindando mejor atención médica en los hospitales públicos y ni han cesado tampoco las abusivas prácticas de los politicastros de siempre.

Al contrario: se extinguió el Seguro Popular, se bloqueó a nivel nacional la distribución de medicamentos, se clausuraron las guarderías donde los padres trabajadores podían dejar bien resguardados y atendidos a sus hijos, se cancelaron obras de infraestructura que iban a crear miles de empleos y contribuir al desarrollo regional, se desincentivó la inversión privada, se detuvo el crecimiento económico (desde antes de que hiciera su aparición el SARS-CoV-2), se procedió al despido de miles de empleados de la función pública, se obstaculizaron 200 nuevos proyectos para producir electricidad con energías limpias y, entre otras tantas medidas de graves consecuencias para el progreso del país, se procedió el rescate de la anticuada e improductiva industria petrolera, un auténtico barril sin fondo para las finanzas del Estado, en vez de emprender la modernización global del sector energético para que México pueda transitar hacia el futuro como un país eficiente y competitivo.

En lo que toca a la respuesta al inesperado reto de la pandemia, los responsables de la 4T figuran en los últimos lugares a nivel mundial: desestimaron la gravedad del asunto, no reaccionaron a tiempo, no adoptaron las medidas necesarias, decidieron una estrategia equivocada, se desentendieron de cualquier apoyo al aparato productivo (nada de ayudas ni de exenciones fiscales ni de apoyos a las pequeñas empresas) y siguieron tercamente la misma ruta.

¿Resultado?

Desplome económico y más de 158 mil fallecimientos.

Sigo sin entender…  

 Efrén Domínguez White     

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