En una reunión con sus asesores más cercanos, acusó a sus posibles sucesores. Unos días después decidió la llegada de Adán Augusto.
Fue tema de debate durante varias semanas en el círculo rojo. ¿Por qué López Obrador había acelerado el proceso de sucesión, en un movimiento inédito para la política mexicana? Las hipótesis fueron de lo más variadas, pero hace apenas unos días el Presidente dejó entrever ante sus colaboradores más cercanos su preocupación en torno a ese tema.
Dentro de Palacio Nacional AMLO aseguró que tanto Ricardo Monreal como Marcelo Ebrard y Claudia Sheinbaum están más preocupados por el proceso de 2024 que por ayudar a fortalecer su gobierno.
«Me tienen todos harto, ya no les importa la 4T», sentenció tajante.
Se refería así a la concatenación de reveses que viene sufriendo su gobierno, en diversos frentes políticos. Repasemos. Para empezar, tuvo que mover -con cierto decoro- a su «Monje Negro» Gabriel García, bajo la sospecha de que había operado de forma dudosa en la Ciudad de México. El señalamiento es que no «jugó» a favor de Sheinbaum, porque ya se había decantado por Ebrard.
Eso explica por qué AMLO tomó el control de los programas sociales directamente bajo el mando de Carlos Torres, el junior amigo de su hijo Andy.
Una lectura similar hizo sobre la crisis en el poder judicial, en donde el interlocutor Julio Scherer también salió eyectado y, de nuevo, hablamos de un colaborador estrecho que ya se había inclinado en favor del proyecto sucesorio de Sheinbaum.
Para AMLO, varias de las rebeldías en la Justicia se explican por la profunda enemistad que se instaló entre Scherer y Ebrard, otrora aliados.
La historia del destape con Ebrard es llamativa, porque el Canciller le habría avisado a AMLO de la reunión que estaba preparando en Toluca
Lo que al Presidente no le gustó fueron otras reuniones que Ebrard mantuvo en la oficina privada que instaló en la colonia Del Valle, donde ya desfilaron varios políticos y empresarios, entre ellos algunos magistrados del Tribunal Electoral.
¿Acaso eso explica la operación que se orquestó desde Palacio Nacional para que los grandes medios con cierta interlocución con la 4T no publiquen nada de la impactante reunión que mantuvo Ebrard con los principales magnates de México? Dudas que se instalan en el establishment y que se irán develando con el correr de las semanas.
Lo que sí quedó claro es que, desde ahora, AMLO tomará decisiones que no luzcan como señales en favor de nadie. ¿O Alejandro Encinas no era la opción obvia e inevitable para cuando Olga Sánchez saliera de Segob? La llegada de Adán Augusto en efecto es un Plan C, pero sobre todo un mensaje de «ya todos manténganse quietos». Los principales suspirantes desde luego son los destinatarios.
En Palacio Nacional queda claro que AMLO empieza a encerrarse entre sus más íntimos, o en aquellos que no tienen una vocación ya desatada.
¿Seguirá empoderando a posibles nuevos suspirantes, para licuar así la sucesión que él mismo desató? Su entorno asegura que en unas semanas habrían más novedades.