¿Cómo vería usted que el dirigente de un partido estuviera ocupado en fortalecer a su grupo y no a su instituto político? Pues Raúl Morón Orozco lo está haciendo, y abiertamente.
Pero, ¿Qué hay de fondo?
Bueno, pues el presidente municipal de Morelia con licencia parece no estar conforme con haber sido nombrado de manera anti-estatutaria como dirigente estatal del Morena en Michoacán, pues nunca ha sido militante de ese partido.
El pasado fin de semana, en Huandacareo, Raúl Morón inició una serie de giras para fortalecer a su grupo político, no a su partido.
Pero lo peor del caso es que ni siquiera se molestó en ocultarlo, en hacerlo a escondidas -como en su momento lo hicieron sus antecesores, Roberto Pantoja Arzola y Sergio Pimentel Mendoza-, sino que hasta lo boletinó.
Y bueno, no es que Morón Orozco sea una luminaria para aquello de hacer política de altura, pero estoy seguro de que su anuncio tiene múltiples propósitos.
Uno de ellos, consolidar un grupo de apoyo que -aunque sea desde afuera del partido- lo ratifiquen para ser confirmado como dirigente estatal del Morena, pasándose otra vez los estatutos por el arco del triunfo.
Otro de los propósitos es hacer presión para que se le conceda incrustar a su gente en el eventual gobierno de Alfredo Ramírez Bedolla, y, por supuesto, para obtener una posición privilegiada para el líder del grupo.
Y, finalmente, tal vez se está preparando por si la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) declara nula la elección de gobernador de Michoacán.
En ese último escenario, Raúl Morón tendría a sus huestes listas para contender en un nuevo proceso interno contra Alfredo Ramírez, pues para los moronistas, su líder siempre debió ser el candidato a gobernador.
Posiblemente ahora sí presentaría hasta un informe de gastos de precampaña que la vez pasada le hizo mucha falta.